Queridos hombres:
Os propongo un principio. Porque los principios siempre tienen algo de renovador, una buena
dosis de emoción y sobre todo el increíble poder de cambiar la conversación. Y si os propongo
construir una esencia universal que aplicase a la masculinidad sin connotaciones previas que
abanderen viejos eslóganes, sin categorizar el género por sus debilidades o por sus fortalezas.
Sin ahogarnos en brechas caducas ni batirnos en cruentas batallas. Un principio que dejase de
crear abismos semánticos que definan las diferencias para inmediatamente después construir
frágiles puentes que dinamitaremos a nuestro paso, sin tan siquiera cruzarlos.
Y si hay un nuevo espacio para un nuevo hombre donde poder dejar de ser todo lo demás para
replegarse a uno mismo. Y si convenimos que el hombre antes que masculino es hombre y
mucho antes que hombre es individuo e incluso antes que eso, solo especie humana.
Os propongo pues, un nuevo comienzo. Algo así como un Big Bang primigenio de cuya
explosión saltara un meteorito a la tierra en el que dejásemos escrito que vamos a
desaprender todo lo que sabemos sobre virilidad, varonilidad y masculinidad como genero
absoluto…
Yo comenzaré desde aquí mi relato. Con la convicción de encontrar en esa pulsión algo
parecido a lo que somos cuando no sabíamos lo que éramos. Y es por eso que voy a
desaprender todo lo que sé para poder acercarme al hombre por primera vez. Con esa
limpieza en la mirada… voy a mirarle a la cara.
Apuesto a mi percepción. Y lo primero que sentiré es que reconozco vuestro miedo porque es
el mío. Reconozco vuestra alegría porque es la mía. Reconozco vuestro llanto porque es el
mío. Me reconozco en vuestra absoluta humanidad porque es la mía. Lo que nos iguala es tan
abrumador que intentar definirlo sería una frivolidad.
Y desde este principio de observación, limpio, diáfano y desprovisto de atribuciones, y solo
desde ahí, me atreveré a hacer un juicio de valor sobre vosotros queridos semejantes. Así que
me dispongo desandar el camino y a mirar al individuo en su condición de hombre y a mirar
con ojos nuevos ese rasgo de masculinidad. Entonces se produce la magia y se revela toda la
riqueza, cuando vislumbro que vuestra diferencia es vuestro mejor valor, que somos exóticos
porque somos diferentes y solo lo que nos iguala es lo que paradójicamente nos hace diversos.
Y ahora que hemos establecido las semejanzas y diferencias y ya están escritas en piedra, no
volveremos a mencionarlas en este relato.
El espacio restante es solo para imaginar un proyecto común, donde el nuevo hombre pueda
ser feliz porque la felicidad como la tristeza es un patrimonio genuinamente humano. Porque
necesitamos volver a sentir que nos reconocemos en nuestras miserias y nuestras grandezas.
Porque necesitamos recuperar el amor por ese nuevo hombre en sus múltiples formas. Pero
sobre todo porque al llegar casa, solos, en el silencio de la noche cuando nos quitamos la piel
de cada día en la que hemos sido muchas cosas: frágiles o poderosos, egoístas o generosos,
humildes o vanidosos… Expuestos, vulnerables y a la intemperie de nuestra condición, donde
nada, ni el género, ni la raza, ni el sexo, ni tan siquiera el discurso puede fagocitarnos. Es en
ese preciso instante de soledad desnuda, queridos hombres, cuando somos la mejor versión
de nosotros mismos.
… Y en el ruido de fondo, en el fuego cruzado, incluso en la oscuridad yo os veo, yo os quiero.
BIG BANG.
¿Buscas algo original?
Mira en nuestra sección de regalos exclusivos para empresas y eventos