Cuenta la mitología griega que Jacinto, joven y hermoso príncipe espartano, levantaba pasiones entre los dioses. Un día, su amante Apolo le enseñaba a lanzar el disco, cuando Céfiro, dios del viento, vio la escena y, cegado por los celos, se apoderó del disco lanzándolo contra el cráneo de Jacinto y quitándole la vida al instante. De la sangre derramada, Apolo hizo brotar una flor, el jacinto. En sus pétalos sus lágrimas dejaron huella… ¡ay!.