Antiguamente los marineros se negaban a aprender a nadar. Pensaban que si caían por la borda y pretendían alcanzar la costa, no serviría de nada. Luchar contra las olas no haría más que alargar su agonía. Se dejaban la melena larga, eso sí, para poder ser rescatados “por los pelos”, y es que el océano es ese gran desconocido del que se sabe menos que del espacio.